Barcelona,
a finales de junio en el año del delirio.
Solsticio del estruendo.
La noche más corta de nuestro periplo.
Los demonios más radicales,
las conciencias perezosas de las auroras boreales
y
los seres de luz más morbosos
se citan con un solo fin:
Hacer gozar a los dioses.
Complot interplanetario en toda regla.
El inframundo interactúa desde lo más alto
[y lo más bajo
para vivenciar
(en sus propias carnes)
eso que cuentan los juglares modernos.
Nada fue planeado en este plano material.
Fuimos instrumentos de los designios de un universo
deseoso de vernos…
de disfrutar presenciando cómo hacemos
eso
que se nos da mejor.
En una fecha de exceso y contaminación compulsiva,
nosotros preferimos disfrutar
el uno del otro
en la alta calidad de nuestro tiempo juntos.
Sin más,
subimos al punto más alto al que tuvimos acceso:
Teatro de los sueños acondicionado para escribir
un capítulo más
de nuestro juego de seducción.
La nocturnidad lumínica con estruendos pirotécnicos
y un tímido firmamento
que se mimetiza detrás de la polución
nos acoge con júbilo.
La anfitriona es
(nada más y nada menos)
que nuestra peculiar urbe al rojo vivo:
Punto de encuentro de inmigrantes procedentes de todas las latitudes
de este planeta sarcástico.
Debajo de la bóveda celeste
somos
solo
dos guerreros espirituales
unidos por la energía que sobrepasa al entendimiento.
Protagonistas de ¨La gran escapada¨,
huyendo de este plano material
para refugiarnos en nosotros mismos
con un solo fin:
Detener
al tiempo
y descontrolar
al espacio.
Piel con piel.
Nuestra respiración
es una
cuando el contacto de nuestros labios
se transforma
a modo
compulsivo devorador.
Besos maquiavélicos que te muerden el alma.
Besos kamikazes ( casi canívales)
que te devoran y se recrean en
tus labios jugosos.
Énfasis riguroso en esa lengua subversiva
que transgrede y sobrepasa
todos los límites.
Mis manos buscan
tus curvas sin peralte,
incitando a la fiera contenida
con recorridos abruptos de mis dedos suicidas
sobre los caminos infinitos de tu anatomía
sin límite de velocidad.
Se despierta la fauna que
llevas dormida en la tinta de tu piel.
Dragones,
conejos famosos,
faisanes exuberantes,
pulpos,
insectos
y
hasta el poderoso cóndor de los andes colombianos
sobrevuela tu epidermis
salvaguardando tus tesoros infinitos
que arden
en el imaginario ariano de tus piernas fantásticas.
Yo solo quiero ser el marinero de ese barco de otro tiempo
que navega sin cesar a mi lugar favorito del universo:
Tus dominios.
Los estruendos se repiten de vez en cuando.
Maldita sociedad bombardeada por sí misma.
Es el asedio a la existencia
que se regocija
de cuando en vez,
sumergida en sustancias
que estimulan la amnesia momentánea.
De verdad…
¿ Olvidamos todo eso que nos retumba por dentro?
La marea de fuego nos quema.
El veneno viene por avalanchas.
Me tientas con los pies,
enroscándote a mi con la elegancia británica
que siempre te caracteriza.
Los atuendos veraniegos se multiplican por 0.
La brisa caprichosa comienza a ser
parte del juego.
Frío.
Calor.
Frío.
Te balanceas en mí.
Escalas por mi humanidad
buscando el trofeo que premie a todas esas lunas sin vernos.
Somos esculturas vivas.
Sombras que retan a la luz,
escondiéndose en los puntos muertos de los destellos.
Me ubico un poco en el entorno
que se mimetiza en la oscuridad.
En medio de la terraza nos espera una mesa rectangular de esquinas redondas.
Yo la asocio con un altar digno de una Diosa.
Púlpito sagrado diseñado para un sacrificio,
o la pista de despegue de un aeropuerto
preparado exclusivamente
para volar en estéreo.
Vamos a santificar lo más sagrado que tenemos:
Tú en mi.
Yo en ti.
Somos una nueva creación que vibra
AQUÍ,
AHORA
en
riguroso 22
cuando nos unimos en cuerpo,
mente
y espíritu.
Tu apoteósica individualidad personal muta
al sumarse a la mía.
Se amalgaman en una entidad siniestra.
Creación sobrecogedora
que evoluciona con cada contacto,
se regenera y reconfigura….
Superándose a sí misma en cada caricia.
Tus alevosos pezones transgresores me muestran el camino.
Tambores de guerra.
Me acerco tanto que puedo sentir
como tu puerta al cielo rechina en silencio.
Respiraciones que se diluyen con los ojos entreabiertos.
No puedo dejar de observar lo majestuosa que te ves
cuando disfrutas de cada instante.
Voy directo
a tentar esa condición líquida que emana desde
lo más profundo
de ti.
Tus fluidos responden al llamado de la luna
que inspira a mis dedos.
Empiezo a decodificar
la ritualización compleja de tus emociones.
Me hipnotizas,
restregando eso que empieza a despertar
contra mi cuerpo deseoso de ti.
Tus superpoderes convierten mi existencial existencia
en un martillo de demolición,
capaz de entrar con dulzura y detonar toda la dinamita de mecha rápida
de un modo
m
u
y
l
e
n
t
o.
Los pirotécnicos se sincronizan con nuestros movimientos…
Dignos de una montaña rusa musicalizada por Mike Patton.
Coreografía de ensueño.
Tu esqueleto se deja querer por el momento.
Te estiras en el púlpito como una gatita mimosa.
Las luces estallan en tu piel.
Eres el lienzo
donde la noche pinta su obra maestra.
Colores:
Rojos,
y
a veces
(amarillos o azules)
que van y vienen en bombazos repetitivos,
compulsivos,
drogados en ímpetu delirante en
blanco y negro contrastado.
El inframundo se expresa con luz sobre nuestra piel.
Despropósito de tonalidades.
Chispas que se derriten.
Somos el arte generativo que supura gemidos.
Tu aura se tiñe de pólvora,
engrandeciendo al espectáculo.
La psicodelia sensorial
sobrepasa a la sensualidad
y enaltece esa sexualidad exuberante
que nos eclipsa a tiempo completo.
Sentimientos narrados por los destellos del cielo…
o
las estrellas llorando de emoción en tonalidades,
al verte gozar desnuda…
Dueña total de eso que experimenta el globo terráqueo en pleno
al verte existir disfrutando
y
disfrutar existiendo.
Sin más preámbulo
me invitas a entrar.
Hacemos un estruendo.
Sujeto tus piernas mientras te visito
en lo más profundo de tu recinto más secreto.
Voy hasta el ultimo recoveco de tu existencia,
con mi parafernalia
en modo demolición.
No hay ayer
No hay mañana.
Solo yo desdoblándome en ti.
La pólvora reacciona y responde
a nuestros comportamientos cómplices.
Soy el director de la orquesta sinfónica del placer
sonando en armonía con los poderes de la noche
para complacer a la musa de mis letras.
La música corre por cuenta de dos corazones latiendo a
ritmo acompasado y muy muy siniestro.
Estallas con el vino sublime de tu existencia.
Ojos de todo tipo se esconden en los rincones sin luz.
No me importa tentar a la noche,
porque la constelación más potente del firmamento
se está corriendo ensartada en mí.
Es todo un honor inédito.
Quiero preñarte con mis rimas
solo
para mojar mis labios con la leche blanca de tus apoteósicas tetas.
Beber de tus senos,
alimentarme de tu luz y tu poder
en flashes blancos que detonan mi creatividad.
Seré el demonio que te fecunda,
que te hace florecer de noche en modo perpetuo.
Serás el faro de un movimiento audiovisual que revolucionará
a todas las pupilas incrédulas que callan
en silencios poco sensuales.
Vamos a parir arte.
Es la retroalimentación de dos seres de luz que se idolatran
desde mucho antes
de coincidir en este cochino plano material.
Huele a guerra santa;
a esa confrontación erótica que tenemos
cada vez que nos encendemos por dentro.
Te pones creativa.
Cambias de posición, recostándote boca abajo sobre la mesa.
Eso tan exuberante que existe debajo de tus curvas impolutas
me vuelve a invitar a entrar en ti.
Colisiono con tu espalda.
La tinta va guiando mis incursiones por tu catacumba.
Con cada estruendo voy más profundo,
más dentro de ti.
Me enredo en tus rizos,
araño tu figura
fluyendo en bocanadas que me obligan a morderte
de a poco.
Tus gemidos son los cantos de las sirenas que habitan en las estrellas.
Todas ellas pletóricas,
se expresan a través de ti.
Ya no hay vuelta atrás…
Vamos en caída libre sin paracaídas,
volando por los aires de nuestro periplo indomable.
El espectáculo de fuegos artificiales y nosotros
somos uno.
Diferentes explosiones
en latitudes diversas de nuestra Babilonia salvaje
matizan nuestras diabluras.
La ciudad y la naturaleza
se han puesto a tu nivel de belleza
para dar paso a una nueva tradición de Sant Joan
y
con ella,
la primera noche del estruendo.
La mesa comienza a ser incómoda…
Te invito al frío del suelo.
Aterrizas sobre mí,
aturdida.
Los minutos son insuficientes para
recobrar el aliento por completo.
Nuestro apetito nos lleva a enmarcar esta experiencia
en un marco dorado.
Descendemos del cielo por el camino del purgatorio
que conduce a las catacumbas del delicioso infierno cotidiano.
Te detienes en el vértigo de las escaleras.
Buscas vida en mis pantalones
y la encuentras.
Liberas de nuevo a la bestia
y te confiesas con ella,
contándole tus secretos
más morbosos,
más oscuros,
más perversos.
La sujetas con firmeza,
con el mando de ESA que lleva la voz cantante.
Me vuelve loco que me mires a los ojos
y te acaricies,
mientras muerdes la punta de eso tan mío
que suele entrar y salir de tus entrañas.
Te empecinas en hacerme explotar.
Mis pirotécnicos monocromáticos estallan sin más.
Me recibes con los ojos brillantes en los labios.
Saboreas y embadurnas mi esencia por tus pechos.
Parece que la fiesta vuelve a empezar….
¡Queremos más!
La lúgubre escalera se enciende con esa pálida luz artificial
que anuncia la presencia de algún vecino inoportuno.
Ahora sí:
Es el momento de escondernos
en la intimidad de nuestro espectro
y seguir cultivando en secreto
eso que hemos profesado a los cuatro vientos
con el beneplácito de Sant Joan.
Que imagen! Los estruendos pirotécnicos