Labios húmedos en mezcal.

 

El alba nunca despunta en mi realidad personal.

Se llama amanecer.

Algunos fenómenos son imposibles de recordar por su nombre.

 

 

Oscuridad perpetua.

Blanco y negro contrastado.

Mañanas en ebullición

que simulan a la noche,

pero

se transforman en tardes a traición.

 

Labios húmedos en mezcal.

 

Transiciones inmortales,

planos secuencia.

 

La cámara ha estado siempre apagada.

La imagen solo está tatuada en mi retina.

 

Tu piel indefensa.

 

Curvas sin el preámbulo

del jean, el algodón o la seda.

 

Nos escondemos del tiempo que maldice al espacio cuando no te pertenece.

 

Labios húmedos en mezcal.

 

Sensibilidad disonante en

la conformidad deforme

y rimbombante de tus pretextos.

 

Decálogo de ninfomanía

cuando secuestro los besos que me ofreces con los ojos cerrados.

 

Almohadas como testigos presenciales.

 

Palabras nunca pronunciadas,

pero siempre dichas.

 

Labios húmedos en mezcal.

 

Mordiscos, sudor y lágrimas.

Risas a carcajadas.

Depurada animalidad postmoderna.

 

Se cumple la profecía.

 

Me hechizas con eso tan pulcro que emanas.

Me cubres de gloria para atarme a tus deseos.

Caemos juntos en el abismo.

Gemidos que retumban en mi pecho.

 

Ritmos rotos

Beats melosos

que me obligan a volver a hacerlo.

 

Soy débil.

 

Repetimos la secuencia.

Tentación constante que se engendra en tu picardía.

Coreografía siempre inconclusa.

 

Risas de nuevo.

 

Las horas se amontonan finalmente

en una sensación de…

quiero pero no puedo.

 

¿A dónde van todos estos momentos?

 

Al sol, cuando finalmente encarna al verdugo que nos separa de nuevo.

 

Lunes otra vez.

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